Martin Navarrete Badrutt

No siempre el periodismo abre las puertas de par en par. A veces las abre a medias, otras tantas las cierra de golpe y, en medio de todo eso, hay quienes deciden empujar con lo poco o mucho que tienen. Brissa Pabón, periodista boliviana nacida en Santa Cruz de la Sierra y ampliamente reconocida en su país, es uno de esos nombres que aprendió a transformar las puertas cerradas en ventanas nuevas, con un estilo propio, fresco, pero sobre todo valiente.

Cuando llegó a la Red Uno de Bolivia —una de las principales cadenas de noticias televisivas del país—, muchos pensaron que su papel quedaría reducido a la sonrisa amable frente a cámaras. No faltaron las voces que, con prejuicios a cuestas, dudaban de su capacidad de sostener un noticiero al mediodía, de transmitir con seriedad, de romper la idea de que “juventud” es sinónimo de fragilidad.

Y ahí estaba el primer obstáculo: demostrar que no basta con aparecer, que el verdadero desafío es sostenerse en medio de un entorno hostil y envidioso, donde el cuestionamiento constante pesa más que el apoyo y la integridad.

El camino no fue fácil. En aquel periodo en Red Uno intentaron incluso apropiarse de su formato del Explainer, saboteándole años de estudio, preparación y trabajo duro, para luego deshacerse de ella como una pasante cualquiera. Para su sorpresa y falta de cordialidad profesional, aquello les jugó totalmente en contra a la Red Uno, ya que al día siguiente Brissa se levantaría con una fuerza implacable, como un ave fénix renaciendo de las cenizas… ¡con un bombazo nuclear! En un formato nuevo y aún más original.

Ese estilo breve y claro que ella misma había creado para acercar la noticia a un público más amplio. Lejos de rendirse, y con todo el mundo en contra, luchó con fuerza para mantenerlo y protegerlo, y de esa resistencia nació algo aún mayor:

“El Explainer” como canal independiente, una verdadera revolución mediática que muchos no podemos cesar de agradecerle, porque nos dio lo que buscábamos hacía mucho tiempo: un contenido rápido, consistente, eficiente, serio y responsable.

Brissa se enfrentó a la rutina de la televisión tradicional, marcada por la rigidez del formato y la presión de ratings. En ese terreno, donde cada error se multiplica y cada acierto parece desvanecerse rápido, ella apostó por algo distinto: llevar el lenguaje digital al set, mezclar explicaciones claras con cápsulas breves, y convertir la información en algo accesible para todos. Eso tampoco fue sencillo.

Los cambios generan resistencia, y aunque más de una vez tuvo que defender sus propuestas frente a quienes preferían el camino seguro de “hacer lo de siempre”.

Hubo tropiezos, sí. Hubo críticas injustas, silencios que pesan más que las palabras, momentos donde el cansancio y la duda pudieron más que la motivación. Pero también hubo esa resiliencia que distingue a quienes nacieron para contar historias. Y es esa resiliencia la que le permitió no solo mantenerse, sino crecer y crear en un espacio que suele devorar rápido a quienes no se adaptan.

Hoy Brissa es reconocida no solo por ser un rostro joven en la pantalla, sino por haber demostrado que la originalidad no está reñida con la seriedad, que lo digital no es enemigo de lo tradicional, y que un obstáculo no es más que un recordatorio de lo lejos que se puede llegar con autenticidad.

Muchos de nosotros la miramos y encontramos un espejo. Porque a través de ella, nos atrevimos a escribir, a probar, a arriesgar un poco más. En sus pasos vimos que sí era posible romper la inercia, que la voz puede crecer cuando nace de la convicción. Brissa fue —y sigue siendo— una inspiración para quienes dudábamos, y por eso no queda más que decir: gracias, Brissa, por inspirarnos a todos y ojalá que nunca te detengas.

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